viernes, 22 de febrero de 2013

Guantánamo.



La carretera central me lleva hasta Guantánamo para ir cumpliendo con mis destinos. En contra de lo que se piensa desde la comunidad internacional, no pertenece al vecino estadounidense. Los yankis poseen una base en la costa que los lugareños conocen como la costa de los mosquitos. Base que ni tan siquiera es apreciable desde ningún punto guantanamero pese a que son muchos los turistas preguntan por la bandera norteamericana. Que tontería más grande pudiendo escuchar
"guantanamera, guajira guantanamera" en cualquier rincón de la villa, yo al menos me quedo con los acordes del "antes de morieme quiero, echar mis versos del alma".

La presencia estadounidense responde a un arrendamiento que decidió pagar la administración estadounidense durante la guerra de independencia contra España en la que participaron. Establecieron una base temporal a cambio del religioso pago de un alquiler por el establecimiento. Cuba no cobra los cheques que llegan a la isla y se dice que se van apilando en uno de los cajones del despacho del comandante en jefe apilándose como basura reciclable.
Mi estancia en Guantánamo es breve... puesto que añado a mí libreta un destino más para completar el extremo oriental de la isla; Baracoa, apartada del resto de Cuba residencia de caudalosos ríos, bosque tropical, playa y montaña en el lugar más edénico de la isla donde me aguarda la señora Carmen.

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