sábado, 31 de enero de 2009

Pleno al quince


Pasaron quince días tan rápidos como un soplido y mucho recorrido. No sabría contar los pasos ni los kilómetros rodados o andados… Tampoco el desnivel ganado, a fin de cuentas la plenitud no es medible ni por la altura conseguida, ni por los kilómetros ganados…, más bien por la sucesión de estados que conducen a la ataraxia. Con nuestra dosis de adrenalina inyectada, he de añadir que los efectos no duraron demasiado, nos volvíamos al aeropuerto de Menara en un petit taxi con la puesta del sol rumbo a Madrid.


Marruecos es un país de contrastes, realmente bello, de buscavidas que te asaltan en cualquier esquina, de amigos que te ponen nombre, de falsas direcciones, trapicheos o trucos en los que casi siempre aparece una mano extendida y una mirada directa sazonada con una amplia sonrisa de euro, la explicación más clara… que ellos también quieren vivir como nosotros, enchufar un televisor o ver jugar al Madrid un domingo por la tarde.


Los tuaregs abandonaron su hábitat para montar sus tenderetes en la ciudad y vender dagas o alfombras, o contarte como se utilizan esas brújulas flechadas, o como avanzar siguiendo las estrellas entre el gran erg. Lo saben muy bien... pero se han dado cuenta de que allí arriba, después de Gibraltar se vive distinto. Y también saben que si se olvidan de su ganado y consiguen papel moneda vendiendo sus instrumentos después podrán conseguir una botella de J.B.
Andre, se afana en una trastienda donde nos ofrece un té, precepto hospitalario, no sin dejar de abrir un baúl de dagas y utensilios de su cultura sentados todos a su alrededor. Hace un paréntesis para preguntarnos si tenemos whisky …, de que equipo somos ( ¿?) , y si llevamos un móvil para dar, cambiar… Casualmente el mío suena, y la mirada se desvía a ese aparatejo que tantas veces he perdido… y tantas otras he vuelto a encontrar. Nunca pensé que me encontraría con un tuareg sentado en la trastienda de su comercio vendiendo utensilios, muchos de ellos hechos en serie. ¿Que hace aquí un tuareg?, uno de esos hombres azules, libres como el viento que Vazquez Figueroa me hizo imaginar en el desierto, tomando té en su jaima con doce camellos a su cuidado…

No me atreví a preguntarle con tantas dagas y cuchillos al acecho, temiendo que una de ellas acabase cortando mí curiosidad a la altura del cuello. Así que preferí seguir pensando. ¿Para qué querría un tuareg un teléfono móvil?, acaso espera encontrar cobertura en el desierto. Ese es el problema, que ya no están en el desierto…

Ya vagueando la piel de toro, tres rejoneadores en busca de un hotel barato y un bar abierto a las tantas donde tomar un pincho y una caña, tampoco pedíamos tanto pero no tuvimos éxito en ninguna de nuestras empresas, nadie es profeta en su tierra… Hubimos de conformarnos con un sándwich del 24 horas y fue un banco en plena castellana el encargado de soportarnos hasta que el cansancio nos fue venciendo, arrebatada la vista en la madera de un Madrid dormido.
Enturbiada la vista desperezo flanqueado por las dos torres de Kio y un buzón de correos.
- Joder... juraría que esto es Madrid… ¡¡¡
El banco de enfrente, habitación 434 ocupado por Pablo; tabique con tabique a la mía en la 431 Clemente. Sin calefacción, servicio de habitaciones o tele.
-¿Y el cous cous y los huevos que nos aguardaban cada mañana?. -¿Y las vistas infinitas…?. ¿Estábamos ayer en Marruecos… o ha sido un sueño?...


Sólo he de añadir algo a cerca de los que han sido mis compañeros de viaje que merecen el título de Don, aunque ninguno lo aceptaría y se perdería en una tímida mirada. Mantuvimos desde el inicio un compromiso a tres bandas que nos hizo depositar material escolar para la población más desfavorecida de la magnífica cordillera sin otro ánimo que no fuera el de aportar el más pequeño de los granos de arena para que los hijos y nietos de Brahim puedan dibujar sobre un papel blanco la inmensidad de la montaña nevada. Para que Madhy no vuelva a padecer congelaciones en sus manos…, para que los biberones de sus hijos estén libres de cualquier tipo de germen o mitigar las quemaduras provocadas por el sol e hidratar las retinas de los porteadores en el nevado. Una segunda remesa de ropa y dispensario médico se pudo hacer efectiva por medio Laura y Ferre a través de la asociación Africanomaras durante el mes de Diciembre para la que Miguel Artiaga y Sandra también colaboraron junto a nosotros muy gustosamente. No querría cerrar está maraña de párrafos que enmarco sin darles las gracias.

sábado, 24 de enero de 2009

Hotel France


A 160 km de Marraquech se encuentra la localidad de Azilal. Regida por una estructura muy simple, se articula en torno a una avenida principal donde el viejo mercedes que nos había traído dejaba a los dos primeros pasajeros con que viajamos, dos jóvenes marroquíes en edad escolar que compartieron gastos con nosotros escabechados en auquella lata. Aunque en Azilal no hay nada realmente interesante, no existe Medina ni Ville Nouvelle (herencia del protectorado), por causalidad, como casi todas las cosas que nos ocurrieron …, acabamos en una sesión de “cine de bar” que parecía sacada de la juventud de nuestros abuelos. La multitud se agolpaba con un buen bocadillo y refresco de casco en aquellas improvisadas butacas …, atentos y sin perder detalle de lo que acaecía en “el reino de los cielos” en versión original y subtitulada en árabe. La película fue rodada en Essaouira, casualmente nuestro lugar de procedencia en ese momento... Clemente dió la primera voz de alarma … -¿Ahí hemos estado?…, ¿no?. Efectivamente, no sólo habíamos pasado por aquella muralla sino que nuestro alojamiento en la finca de un particular se encontraba precisamente muy cercana a aquel punto. Sin duda fue uno de los momentos que más disfrute en esta humilde y desconocida localidad.
Tras un potente desayuno a base de zumo, café con leche y pan blanco con mermelada de melocotón…, preguntamos al gerente del establecimiento por un autobús hacia las cascadas de Ouzoud, muy cercanas a la localidad de Azilal. Gustosamente nos indicó que podríamos conseguir un taxi compartido detrás de la mezquita por un buen precio.
-/Marrassh/, /Marrassh/… /Osúu/ ,/ Osúu/ … /Denat/ … Ésas son las palabras en árabe para referirse a Marraquech, las cascadas de Ouzoud y la población de Demnate, y las profería un cejo fruncido con cara de pocos amigos, cuya función era reunir el dinero depositado en una mesa y sujeto por unas piedras hasta llenar el taxi. Puesto que nuestro destino esta vez era un lugar concurrido no tuvimos demasiados problemas para llenar el taxi, algunos más para comunicarnos con el mister. Cuando dimos con la formula de funcionamiento, depositamos nuestro dinero en una de esas piedras sin posibilidad de regateo y aguardamos a que sonara el nombre de /osú/, Ouzoud al que llegamos en apenas unos cuarenta lentos minutos marroquíes, porque si los españoles no somos muy amigos del reloj u horários …,mucho menos lo son por estas tierras… - La hora de salida: cuando se llene el taxi, autobús o vehículo, ni más ni menos, esa es la hora de partida.
Ouzoud está plagado de campings en los que pasar la noche por un módico precio, unos 30 dirhams, o dormir en el hotel France de salvaje decoración africana junto a casas de bereberes. En él te puedes alojar por algo menos de 100 dirhams, unos diez euros por noche, sin duda un precio caro para el lugar … pero una ducha caliente lo valió…, sin embargo el estremecedor ruido de sus tuberías no me dejo dormir en toda la maldita noche y creo que todos padecimos el peor de los insomnios la noche anterior a nuestra última caminata.
Desde el hotel y ganando un rápido desnivel entre olivos se alcanza la base de la cascada que cae a plomo en tres niveles. Sin duda se ha convertido en el atractivo de la zona, pese a ello guarda un equilibrio con el medio natural…, digamos que aceptable… Todos buscan la misma fotografía junto al salto de más de 100 metros de altura que se desborda entre la fundida y arcillosa pared que parece querer desparramarse hacia el suelo… pero no lo hace, otros buscan a la familia de macacos de la berbería que campan a sus anchas dejandose engañar por algún turista a cambio de postre.
Sin embargo se propone un trekking algo más puro hacia las entrañas del río. En ese afán marchamos en busca de las gargantas de el Oued el-Abid, de fácil acceso y despejada del turisteo más irresponsable e intransigente. Sin más que un poco de ganas es fácil alcanzarlas siguiendo los cañaverales río abajo dejando atrás todos los campings. El agua corre rápida hasta la intersección donde se encuentran las gargantas en medio de un lugar “muy africano” de arena rojiza .Las aguas se envalentonan y presionan fuerte contra la roca moldeando un barranco estrecho que escupe el agua a otra vertiente para juntarse con un agua achocolatada que enseguida vence y tiñe a la más pulcra.

Allí se juntan dos canales y ladera arriba crece “el quif “, materia prima para la elaboración del hachis, técnicamente ilegal aunque la posesión de campos de quif sigue siendo tolerada. Justo en aquella intersección un campesino nos detiene para cortarnos el paso con un castellano seseado. – Donde vais?... bajar a las cuevas…, de aquí en adelante no hay nada. Entendemos claramente el mensaje más aún cuando nos ofrece fumar… Declinamos la oferta para ganar el pueblo de Tanaghmelt y entrar en una zona conocida como el desierto mexicano, la verdad es un lugar muy pintoresco porque el paisaje cambia la vegetación por diminutos cactus que crecen en forma de matorral por el que asomaba algún camaleón fumado.

martes, 20 de enero de 2009

Che pibe de donde sos...


Viajar en autobús no es un lujo, claro está, tampoco lo buscábamos... Por ello cabalgamos aquella caja metálica sin reparar si el billete que habíamos comprado para partir de Marraquech y dirigirnos hacia la costa atlántica era de primera o de segunda clase, a decir verdad no conocíamos de su existencia… y salió cruz. Si fuí capaz de llegar en autobús hasta Alemanía porqué no iba a poder recorrer un infimo trayecto de unos 250 kilometros en aquella lata..., ¿no?. Pues dicen de las comparaciones que son odiosas y realmente lo son. Nos vimos montados en un autobús que más que de segunda diría que era de menos tantos. Estrecho y de cargada atmósfera que nos iba a llevar en algo más de unas tres horas a la deseada Essaouira, la cual no era hasta el momento más que una referencia pescada durante la continuación de nuestro viaje, a priori fuera de cualquier tipo de previsión… si es que la hubo alguna vez. Sin dejar lugar a la duda, montar uno de estos trastos es toda una aventura y no hay que dejar de hacerlo, vale la pena y lo volvería a tomar.
Avanzando por esa sinuosa carretera que buscaba las dunas de la costa, comencé a reparar en el hecho de que había salido cara en la moneda y que el rostro de Mohamed VI … nos había embarcado en ese desvencijado barco de carretera.
Los viajeros que iban de pie se agachaban ante los controles de la gendarmerie royale, avanzando entre bache mientras al lomo, la vaca cargaba con sacos de lana que depositar en los arrabales de la ciudad con la que Jimi Hendrich también soñó y que pareció ser ante los ojos del mundo inspiración de Castles made of sun, aunque más tarde resultó ser anterior a su viaje por la fina arena de su playa, caminando por las dunas de Cap Sim… en ESSAOUIRA.


-Che pibe de donde sos ?.
-De España…, de la costa mediterránea…
-Bello viejo, bello ese /asul/…


Aquellos argentinos habían acabado en aquel autobús de la misma manera que nosotros, sólo que uno de ellos no viajaba sentado en una butaca, eso era un lujo, sino que lo hacía sobre un filtro de aceite…, que no sé muy bien que hacía por allí chasqueando de lado a lado en el pasillo...pero a decir verdad prefiero no pensar demasiado a cerca de ello.

Compartimos el mismo aire comprimido con ellos durante las horas de viaje, ansiosos por bajar de aquel tanque y chocarnos de bruces contra el alizee… en el Atlántico, el mismo viento que recogió a Colón en una latitud diferente y que le llevó rumbo a las indias, distintas indias…pero en ese momento … fueron sus indias y no otras las que había encontrado.

Los días curten…, cómodos en este salón llamado estado natural que es nuestra casa. Habíamos pasado de estar en el punto más alto de todo el norte africano a una altitud de costa, quizás era hacia aquí donde se dirigía el hocico del dragón buscando algo de sosiego puesto que justamente fue eso lo que la ciudad amurallada nos ofreció.
Pablo reparte y reparte junto a Clement durante el viaje. Arrancan sonrisas de entre la sombra de niños que nos persiguieron por la cordillera, con un caramelo, una mueca, un gesto o un regalo en forma de lapicero o cuartilla en que garabatear algo… Yo me dejé participar en cada escena tratando de buscar una imagen de la belleza humana con mí cámara, para mostrarla de vuelta a los ojos de amigos, familiares … o desconocidos, hacerles comprender el bruto significado de la palabra, conocer, emprender, mirar, observar, buscar, jugar ... Compartir con los mios el frío, el calor, el cansancio, aroma o color… con un mensaje, una corta llamada, un breve mail … o una carta …Siempre junto a mis infatigables e incansables compañeros Don Pablo y Sir Clemente que no cesaron jamás de caminar sin mostrar el menor atisbo de cansancio, nunca dieron a doblar sus piernas salvo para coger carrera… Juntos hemos ido desgastando suelas por nuestra geografía para volvernos a calzar el cuero allá donde de quiera que llegue la primavera, el hielo, la lluvia, el barro, el viento, el agua fresca, dulce o salada… al son de un tam tam o al fino y agudo chasquido de un piolet. Por eso y solamente por eso somos un buen equipo de piraos en busca de quimeras que se dejan mecer por el atractivo de cualquier idea tosca a la que se le pueda tornear forma, sabor y sentido.

lunes, 19 de enero de 2009

Aladin Brahim


Tras cinco días por el cielo marroquí, decidimos darnos una tregua de al menos dos jornadas de descompresión, de noches más largas donde bajar las pulsaciones de nuestras “cafeteras” y comentar los mejores momentos de nuestra estancia en el cielo con un buen cous-cous entre manos, dando gracias al grande parafraseando las palabras de nuestro anfitrión, cuando ya echábamos de menos la llamada del almuédano a la oración, la misma que nos seguía despertando a las cinco de la mañana…, como cada día en la indomable ciudad roja de Marraquech.
Así nos regalábamos una última noche, esta vez en la casa de Brahim, sita junto a la mezquita de Imlil.
Brahim es la persona más sonriente que encontré jamás en Marruecos y sin duda un proveedor incansable… de cualquier cosa, si quieres pan… te lleva hasta el mismo horno para que sientas el fuego, el aroma de la harina…, como un rayo mientras libera sus piernas con un leve tirón, levantando la estrecha djellaba que ahora pende de su hombro derecho como un césar, muy peculiar pero un césar. Liberadas sus extremidades el nervio le mueve compulsivamente mientras deja hervir su sangre bereber. -Un taxi ?...,te lo mete en casa. Sería capaz de conseguirte un avión en la mismísima plaza del pueblo si pudiera mientras te enseña su credencial montañera que respalda un viejo diploma amarillento colgado de su multifamiliar casa con la fotografía del personaje más influyente de todo el Atlas; Aladin Brahim… de apodo, el magnífico.
Aquella tarde nos despedimos del Atlas rumbo de nuevo al kilometro cero; Marraquech, la abrumadora y asfixiante ciudad de las mil y una caras, tan bulliciosa como hermosa…, mágica…, cuyas noches anaranjadas alegran cuentacuentos, sonidos de viento y percusión. No creo que pueda olvidar jamás el fuerte olor a clavo y a hierbabuena de sus zocos, el color de sus noches, ni la incesante llamada del almuédano desde la Koutoubia, muy alejado de frases hechas, mientras la ciudad roja infarta de belleza.

viernes, 16 de enero de 2009

La senda de la concordia


Rashif, nuestro mulero ajusta la grupa de mimbre del que será nuestro rocinante, porteador de los bultos que vamos moviendo por estas remotas tierras altas a través de una senda pedregosa, de aspecto lunar, que nos lleva hacia los 3.200 metros de altitud. Serpentea embriagada de felicidad, transitada por las sonrisas frescas de los niños bereberes y los curtidos rostros al sol de sus agricultores para dar la última pincelada a este crisol sus féminas, cuya sonrisa y figura es el mayor de los secretos guardados en Marruecos.
Ganaderos, vendedores, pastores, muleros, cascos de refrescos colgantes de cordeles al relente de alguna sombría acequia… y mulas que portan agua embotellada allí arriba, carne y pollos para cocinar… todo en una constante y perpetua caravana de vida que parece no querer cesar jamás…como salida de las mismísimas fuentes del Nilo, fuente de la eternidad. Y es que la montaña más alta del norte africano despierta un gran interés entre montañeros, capaz de movilizar toda una acertada logística casi matemática, articulada desde el pueblo bereber de imlil, sin dejar impasibles también a grupos de homo sapiens turisticus y algún que otro homo no sapiens donde me encuentro.
Sidi Chamoruch, de origen preislámico y centro de peregrinación ha pasado a convertirse en una de las paradas obligadas hacia el refugio del Toubkal. Sus improvisadas terrazas desvirtuan el carácter sagrado para el que fue concebido inicialmente.Por ello continuamos para secar el sudor algo más arriba. Yo al menos y a título personal lo disfruto observando el *marabout ( enorme piedra encalada) desde la colina con un buen trago de agua fresca, para coger carrera e intentar pasar como el viento, desapercibido entre los puestos de telas y tenderetes que no hacen más que romper el perfil de su hostil paisaje..., pero claro está … no sólo de pan vive el hombre.
Nuestro mulero sin duda sería el mejor de los sprinters en el tour de Francia, despuntando al más puro estilo de El chaba en la montaña con su bicicleta de cuatro patas alforjada, de ojos almendrados y negro azabache… dejándonos atrás desprovistos de nuestros enseres, comida y agua que sigue porteando durante las arduas cinco horas que nos separan del refugio hasta hacer despertar a la dueña de estas tierras con su rostro más bello… la luna.
Una vez allí... fielmente nos aguarda, depositados ya nuestros bártulos en tierra, mientras nuestras almas se dejan ver desde la lejanía avanzando entre una fina senda en medio de un pedregal despuntado de finas cumbres nevadas que amenaza la niebla.
Nos “espera” el primo de Brahim; Brahim Ait Elkadi, le gardien du refuge, su ayudante Mahdi…, un grupo de polacos, Peter de Irlanda y su amigo suizo, estos últimos grandes entendedores de los caldos españoles desde la rustica sangre de toro hasta el paladar de un rugoso rioja. También Xavi del Puigcerdà…, Armaud de Francia... Claro está, no los conocíamos… pero parecían esperarnos, como nosotros a todos los que iban llegando, esa es la grandeza de la montaña, que siempre hay alguien que te está esperando para… comer, compartir o presentar nuevos planes que puedan variar la ruta de tu viaje.
Pablo, Clemente y yo ascendíamos los 4.197 metros del Yebel Toubkal el segundo día en aquella montaña con la que habíamos soñado una vez. Desde sus collados se elevaba con la majestuosidad de un coloso de pose impertérrita. Desde su vértice, el lomo herido de un dragón que parecía furioso… contorsionándose, jalonado de picos acariciados por el viento y la nieve. Desde allí arriba y levantando la mirada… el cielo se abría y el horizonte parecía querer curvarse entre sol y el frío mientras aquel onírico réptil buscaba perder su hocico barbado entre el horizonte en busca del mar.

Unos días más en la cordillera nos permitió seguir explorando valles..., contemplar las costumbres de sus gentes..., además de conocer nuevos collados, picos y agujas desde donde observar las vertientes de el Atlas durante el tiempo que duraron cuatro medias lunas de té, dátiles, sésamo y almendras en la suit más perfecta de sus noches abiertas al cielo.

Uno siempre termina por dejar un refugio con pena, empiezas a despedirte de esos grandes “desconocidos” con los que has compartido un día, dos, tres, cuatro…cinco… y que después acabas encontrándote de nuevo en algún zoco... junto con antiguos compañeros de taxi que te tocan la espalda en el centro de alguna medina, para entonces una extraña sensación parece querer inundar tus labios con una agradable sonrisa por ese encuentro que fue tan efímero como la chispa de una cerilla pero tan vital como su llama.

jueves, 15 de enero de 2009

Bonjour Imlil


El alma se adelanta, coge el avión y se marcha sin pedir permiso.Sin pasaporte, dinero o lajas. Lo hace unos días antes dejando desprovisto al cuerpo de algunos sentidos básicos pero no vitales, descuidando la concentración hasta que el resto del yo sale a su búsqueda. Yo dí con ella en la plaza de Jema el Fna, sita en el centro de Marraquech, el día de gracias tras el noveno mes…; el Ramadán. Regateaba una daga tuareg en alpaca, de incrustaciones nobles y dientes de camello… con unos mercaderes.
Hube de realojarla, después de una trifulca con ella, cerca del corazón para continuar esta vez ya juntos a bordo de un ‘grand-taxi ‘ camicace rumbo a Imlil por la serpenteante carretera que dibuja la rambla de un río, dirección al lugar que le prometí un año antes..., un capricho: el ascenso al pico más alto de la cordillera del Atlas, el yebel Toubkal.
Imlil es parada obligatoria para todos los montañeros que acaban por esta región Bereber. Una pequeña localidad situada en un fértil valle de manzanos, zanahorias y patatas que acaban humenado tajines y bandejas de cous-cous.
En la plaza del pueblo, Brahim espera a cada uno de los montañeros para ofrecerles su casa y una mula con que portear el quipo hasta el C.A.F. (refugio que gestiona el club alpino francés en la base del Toubkal), sin previo aviso claro está… En este país no hay horarios, ni horas. El reloj se convierte en un mero instrumento ornamental poco útil. Cuando se convive con el horizonte, el sol y la luna como telón de fondo, sin cementos grises y opacos que enturbien aún más la vista …, la ‘hora’ pasa a transformarse en palabras; la hora de comer, de la oración, de dormir … de nada. Un lugar donde querer significa dar y buscar encontrar…- Bonjour Imlil.

martes, 13 de enero de 2009

En camino


En bicicleta, autobús, barco…, a remo, motor o viento … de idas y venidas en horizontal, vertical e incluso hacia las entrañas. Claro que me habré descuidado, perdido algún evento o actividad…, muchos diría yo, porque nunca es bastante, siempre es poco y jamás se aprende lo suficiente. Ley de vida, pero al quite para recuperarlo, aproximándose de frente, siempre escuchando y administrando cuidadósamente el silencio.
Muchos de ellos rescatados de un libro, de una ensoñación diurna, horas de contemplación … y otras tantas recogidas de la infancia, rescatadas de algún sueño sin lugar que tuve en un pasado jugando con mis hermanos, primos o vecinos en algún secarral.
Recuperé un sueño en una librería: Alí Bei, viajes por Marruecos… porque entre libros uno se siente protegido. No sólo incitan a la búsqueda sino que ofrecen las claves de ella, casi siempre ... a mi vago parecer, en forma de señales, advertencias dadas por la vida para que no olvides que has de ir colmando tus pequeñas aspiraciones por modestas que puedan parecer. En ocasiones se pasan por alto y acaban en enfermedad, molestia, infelicidad, desídia … Una vasta ristra de patologías y autocompasiones indeseadas que impiden mantener una adecuada higiene emocional … Para cuando eres consciente de no haberlas colmado, es ya demasiado tarde o cuando menos el camino hacia atrás resulta más pecaminoso, por eso y solamente por eso hay que cazarlas, leerlas e interpretarlas… puesto que su cifrado no a todos nos dice lo mismo.
Alí Bei fue el sobre nombre que adoptó Domingo Badía, para infiltrarse en el mundo islámico. Aprendió la lengua, costumbres y fue recibido en cada uno de los palacios califales durante su camino para llegar hasta la Meca, convirtiéndose en el primer europeo no esclavo que colmase tamaña empresa .

Su libro, de angosta textura me atrapó y no fue al revés pues yo sólo me tope de bruces con él en una conocida librería alicantina… Quizás una mala foto me hubiera hecho repudiarlo... pero no fue así… También era bonito por fuera y el verdor de un oasis como portada actuó tan bien como perdiz de reclamo que me cazó. Abatido no me quedó otra que sacar unas monedas para pagar su lectura.
Pero los sueños son tan moldeables como uno quiera y esa es la gran ventaja de la literatura…, de la ensoñación… uno tira su pegote de barro sobre el torno y lo moldea mejor o peor pero a su parecer, para pintarlo después con los colores que prefiera si es que se los quiere dar.
Después de aquel encuentro, comencé a moldear ideas para adaptarlo a algo más mundano puesto que claro está, no me jugaría las manos por llegar hasta la Meca, pero sí que me jugaría algún tropiezo o empujón por llegar a otra más personal bajo forma de roca, desierto o palabras de un acento distinto al mío… situada en la región bereber.