sábado, 31 de enero de 2009

Pleno al quince


Pasaron quince días tan rápidos como un soplido y mucho recorrido. No sabría contar los pasos ni los kilómetros rodados o andados… Tampoco el desnivel ganado, a fin de cuentas la plenitud no es medible ni por la altura conseguida, ni por los kilómetros ganados…, más bien por la sucesión de estados que conducen a la ataraxia. Con nuestra dosis de adrenalina inyectada, he de añadir que los efectos no duraron demasiado, nos volvíamos al aeropuerto de Menara en un petit taxi con la puesta del sol rumbo a Madrid.


Marruecos es un país de contrastes, realmente bello, de buscavidas que te asaltan en cualquier esquina, de amigos que te ponen nombre, de falsas direcciones, trapicheos o trucos en los que casi siempre aparece una mano extendida y una mirada directa sazonada con una amplia sonrisa de euro, la explicación más clara… que ellos también quieren vivir como nosotros, enchufar un televisor o ver jugar al Madrid un domingo por la tarde.


Los tuaregs abandonaron su hábitat para montar sus tenderetes en la ciudad y vender dagas o alfombras, o contarte como se utilizan esas brújulas flechadas, o como avanzar siguiendo las estrellas entre el gran erg. Lo saben muy bien... pero se han dado cuenta de que allí arriba, después de Gibraltar se vive distinto. Y también saben que si se olvidan de su ganado y consiguen papel moneda vendiendo sus instrumentos después podrán conseguir una botella de J.B.
Andre, se afana en una trastienda donde nos ofrece un té, precepto hospitalario, no sin dejar de abrir un baúl de dagas y utensilios de su cultura sentados todos a su alrededor. Hace un paréntesis para preguntarnos si tenemos whisky …, de que equipo somos ( ¿?) , y si llevamos un móvil para dar, cambiar… Casualmente el mío suena, y la mirada se desvía a ese aparatejo que tantas veces he perdido… y tantas otras he vuelto a encontrar. Nunca pensé que me encontraría con un tuareg sentado en la trastienda de su comercio vendiendo utensilios, muchos de ellos hechos en serie. ¿Que hace aquí un tuareg?, uno de esos hombres azules, libres como el viento que Vazquez Figueroa me hizo imaginar en el desierto, tomando té en su jaima con doce camellos a su cuidado…

No me atreví a preguntarle con tantas dagas y cuchillos al acecho, temiendo que una de ellas acabase cortando mí curiosidad a la altura del cuello. Así que preferí seguir pensando. ¿Para qué querría un tuareg un teléfono móvil?, acaso espera encontrar cobertura en el desierto. Ese es el problema, que ya no están en el desierto…

Ya vagueando la piel de toro, tres rejoneadores en busca de un hotel barato y un bar abierto a las tantas donde tomar un pincho y una caña, tampoco pedíamos tanto pero no tuvimos éxito en ninguna de nuestras empresas, nadie es profeta en su tierra… Hubimos de conformarnos con un sándwich del 24 horas y fue un banco en plena castellana el encargado de soportarnos hasta que el cansancio nos fue venciendo, arrebatada la vista en la madera de un Madrid dormido.
Enturbiada la vista desperezo flanqueado por las dos torres de Kio y un buzón de correos.
- Joder... juraría que esto es Madrid… ¡¡¡
El banco de enfrente, habitación 434 ocupado por Pablo; tabique con tabique a la mía en la 431 Clemente. Sin calefacción, servicio de habitaciones o tele.
-¿Y el cous cous y los huevos que nos aguardaban cada mañana?. -¿Y las vistas infinitas…?. ¿Estábamos ayer en Marruecos… o ha sido un sueño?...


Sólo he de añadir algo a cerca de los que han sido mis compañeros de viaje que merecen el título de Don, aunque ninguno lo aceptaría y se perdería en una tímida mirada. Mantuvimos desde el inicio un compromiso a tres bandas que nos hizo depositar material escolar para la población más desfavorecida de la magnífica cordillera sin otro ánimo que no fuera el de aportar el más pequeño de los granos de arena para que los hijos y nietos de Brahim puedan dibujar sobre un papel blanco la inmensidad de la montaña nevada. Para que Madhy no vuelva a padecer congelaciones en sus manos…, para que los biberones de sus hijos estén libres de cualquier tipo de germen o mitigar las quemaduras provocadas por el sol e hidratar las retinas de los porteadores en el nevado. Una segunda remesa de ropa y dispensario médico se pudo hacer efectiva por medio Laura y Ferre a través de la asociación Africanomaras durante el mes de Diciembre para la que Miguel Artiaga y Sandra también colaboraron junto a nosotros muy gustosamente. No querría cerrar está maraña de párrafos que enmarco sin darles las gracias.

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