martes, 13 de enero de 2009

En camino


En bicicleta, autobús, barco…, a remo, motor o viento … de idas y venidas en horizontal, vertical e incluso hacia las entrañas. Claro que me habré descuidado, perdido algún evento o actividad…, muchos diría yo, porque nunca es bastante, siempre es poco y jamás se aprende lo suficiente. Ley de vida, pero al quite para recuperarlo, aproximándose de frente, siempre escuchando y administrando cuidadósamente el silencio.
Muchos de ellos rescatados de un libro, de una ensoñación diurna, horas de contemplación … y otras tantas recogidas de la infancia, rescatadas de algún sueño sin lugar que tuve en un pasado jugando con mis hermanos, primos o vecinos en algún secarral.
Recuperé un sueño en una librería: Alí Bei, viajes por Marruecos… porque entre libros uno se siente protegido. No sólo incitan a la búsqueda sino que ofrecen las claves de ella, casi siempre ... a mi vago parecer, en forma de señales, advertencias dadas por la vida para que no olvides que has de ir colmando tus pequeñas aspiraciones por modestas que puedan parecer. En ocasiones se pasan por alto y acaban en enfermedad, molestia, infelicidad, desídia … Una vasta ristra de patologías y autocompasiones indeseadas que impiden mantener una adecuada higiene emocional … Para cuando eres consciente de no haberlas colmado, es ya demasiado tarde o cuando menos el camino hacia atrás resulta más pecaminoso, por eso y solamente por eso hay que cazarlas, leerlas e interpretarlas… puesto que su cifrado no a todos nos dice lo mismo.
Alí Bei fue el sobre nombre que adoptó Domingo Badía, para infiltrarse en el mundo islámico. Aprendió la lengua, costumbres y fue recibido en cada uno de los palacios califales durante su camino para llegar hasta la Meca, convirtiéndose en el primer europeo no esclavo que colmase tamaña empresa .

Su libro, de angosta textura me atrapó y no fue al revés pues yo sólo me tope de bruces con él en una conocida librería alicantina… Quizás una mala foto me hubiera hecho repudiarlo... pero no fue así… También era bonito por fuera y el verdor de un oasis como portada actuó tan bien como perdiz de reclamo que me cazó. Abatido no me quedó otra que sacar unas monedas para pagar su lectura.
Pero los sueños son tan moldeables como uno quiera y esa es la gran ventaja de la literatura…, de la ensoñación… uno tira su pegote de barro sobre el torno y lo moldea mejor o peor pero a su parecer, para pintarlo después con los colores que prefiera si es que se los quiere dar.
Después de aquel encuentro, comencé a moldear ideas para adaptarlo a algo más mundano puesto que claro está, no me jugaría las manos por llegar hasta la Meca, pero sí que me jugaría algún tropiezo o empujón por llegar a otra más personal bajo forma de roca, desierto o palabras de un acento distinto al mío… situada en la región bereber.

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