Trinidad, mi tercera parada, la joya colonial de
América latina, enclavada en el Escambray, una frondosa cadena montañosa que
eleva los humedales dejados atrás a la altura de ciénaga zapata y otra barbarie
de la madre naturaleza que me acompaña en este viaje. Sus playas son una
exquisitez y su núcleo urbano un oasis, un remanso de paz y buen hacer. Me
alojo en la casa de don Serafín que habita esta casa del siglo XVIII con techos
de caoba. Serafín se afana en contarme que durante el arreglo de uno de los pilares,
encontró un cuero con 28 piezas de oro. Monedas acuñadas por un tal Alonso.
-¿Debió ser algún antepasado tuyo?.
Pensando en los Alonsos ilustres o nobles de la época no me viene otro que Alonso de Ojeda...,aunque sus quehaceres no se centraron en Cuba sino en otra Trinidad ( Trinidad y Tobago). Pese a que Serafín llevó aquellas monedas a tasar a Inglaterra no pudo sacar mucho por ellas.
No pude dormir aquella noche pensando cómo, de dónde, cuándo y en qué embarcación llegaría aquel ilustrado.
-¿Debió ser algún antepasado tuyo?.
Pensando en los Alonsos ilustres o nobles de la época no me viene otro que Alonso de Ojeda...,aunque sus quehaceres no se centraron en Cuba sino en otra Trinidad ( Trinidad y Tobago). Pese a que Serafín llevó aquellas monedas a tasar a Inglaterra no pudo sacar mucho por ellas.
No pude dormir aquella noche pensando cómo, de dónde, cuándo y en qué embarcación llegaría aquel ilustrado.
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